El elemento más significativo del pasado y presente de Navalvillar de Pela es, tal vez, su carácter colectivo, anónimo, en la historia tradicional de grandes personajes o hechos. En nuestra localidad, a diferencia de otros pueblos de nuestro entorno, no encontramos grandes edificios en piedra, ni públicos como iglesias ni privados como palacios, tampoco ningún peleño aparece como gran personaje del pasado que haya sido objeto de biografías o haya protagonizado hechos relevantes de los que se conserve memoria escrita.

Si descomponemos el topónimo de nuestra localidad, encontramos las claves para explicarle. “Nava” significa ‘tierra baja húmeda y pantanosa’. Bastará preguntar a alguno de nuestros mayores para que nos cuente que el lugar donde ahora está situada nuestra población estaba hasta un pasado reciente cursado por arroyos y que, por ejemplo, lo que ahora es un parque fue hasta no hace mucho una laguna. “Villar” procede de “villaje”, es decir, “pueblo pequeño”. “Pela”, nombre de nuestra sierra, alude a que, acorde con nuestra tradición ganadera que más tarde abordaremos, aquí se concentraban los ganados para el esquileo anual.

Navalvillar de Pela, en su emplazamiento actual y con esta denominación toponímica, nace en 1418, cuando un grupo de vecinos pide permiso al Ayuntamiento de Trujillo para deslindar y amojonar el término. Así está recogido en nuestro escudo: Navalvillar de Pela se crearía partiendo de la “Fuente del Rayo”, desde donde se deslindaría como término el espacio que abarcara “un tiro de arco” alrededor.

De la presencia histórica de Navalvillar de Pela en la Edad Contemporánea no tenemos dudas. Sabemos que el municipio creció de forma continuada entre 1900 (3.609 h) y 1960 (6.963 h.), descendió entre esta fecha y 1981 debido a la intensidad de la emigración y logró una ligera recuperación en la primera mitad de la década de los 80 (1986, 5.389 h.) como consecuencia de la paralización del éxodo y el incremento del retorno, situación que se mantiene en la actualidad con una población que ronda los 5.000 habitantes.

Nuestra localidad tiene presencia histórica en los hechos que han marcado nuestra historia contemporánea. Rastreando la Historia de Extremadura de Universitas Editorial, encontramos referencias a la Guerra de la Independencia contra los franceses, a las guerras carlistas con las que se inicia el Reinado de Isabel II, etc. Durante el largo período de construcción del Estado Liberal (siglo XIX y primer tercio del XX) Navalvillar de Pela viviría los avatares de su tiempo: se roturarían nuevas tierras y se plantarían la mayor parte de los olivares que hoy nos enorgullecen, la desamortización permitiría la ampliación de su término con posesiones del Monasterio de Guadalupe (“rañas del fraile”) y el caciquismo afectaría a la población con menos virulencia que a otras, dado el reparto de la propiedad en su término municipal y la ausencia de grandes propietarios latifundistas; así, el Marqués de Gorbea acumularía propiedades eclesiásticas, pero el concejo de Navalvillar logra conservar una amplia Dehesa Boyal para la posesión de todos los vecinosy su disfrute hasta la actualidad.

Llegamos así a una de las épocas más convulsas de la historia española, la II República (1931-1936). Como no podía ser menos, nuestra localidad se ve afectada por el huracán histórico que democratizará por primera vez nuestros municipios. Como la mayor parte de Extremadura, tendremos alcalde socialista y enfrentamientos sociales como el ocurrido en 1932: “ El 1 de enero de 1932, la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, sindicato campesino afectó a la socialista UGT, inició una huelga general en la provincia de Badajoz destinada a protestar contra los excesos de la Guardia Civil, viéndose empañada por una durísima violencia (…). Además de en otros pueblos, en Navalvillar de Pela un grupo de trabajadores desarma y golpea a tres guardias .” Durante la Guerra Civil (1936-1939), Navalvillar de Pela cobra importancia como frontera. Desde 1937 formamos parte de la Bolsa Republicana de La Serena. En este tiempo llegaron a nuestra localidad numerosos refugiados de toda la comarca. Por esta fecha asistimos a uno de los acontecimientos más curiosos de nuestra historia: el Ayuntamiento de Navalvillar de Pela emite moneda propia, como recoge en su original investigación nuestro paisano Juan Moreno Aragoneses en Los billetes locales y jurisdiccionales en la Extremadura de 1937 (1992). El 21 de julio de 1938, desde Madrigalejo, bajan las tropas de la 74 a División Nacional, que cruzan los ríos Gargáligas y Cubilar, y Navalvillar de Pela cae en sus manos.

La Guerra Civil y el posterior franquismo abrirán muchas heridas en ambos bandos que hoy ya están felizmente superadas. A título de ejemplo rescatamos un testimonio extraído del libro Extremadura: la Guerra Civil, de Justo Vila Izquierdo: “ Valentín Jiménez estuvo preso en el campo de concentración de Castuera y huyó al ser trasladado a Navalvillar donde iba a ser fusilado, se echó al monte, donde con otros perseguidos formaría una partida de guerrilleros que actuaría por la zona ”. Más tarde, años cincuenta y sesenta, vendría el Plan Badajoz, que nos traería el regadío y la construcción de nuestros dos poblados: Vegas Altas y Obando.

Como ya hemos indicado, al final de la Edad Media, en 1418, Navalvillar de Pela obtiene su acta de fundación del pueblo, dependiente del Concejo de Trujillo posiblemente hasta la división provincial actual aprobada en 1833. Aunque es muy posible que en época árabe el núcleo estuviera poblado, las primeras noticias históricas documentadas referentes a este centro corresponden al siglo XIV, tratándose, según las mismas, de un asentamiento fundado por Alfonso XI de Castilla a partir de algunas alquerías de pastores establecidas en ese dominio. En sus inmediaciones se encontraban los caseríos desaparecidos de Villavieja y San Isidro, éste perteneciente al Monasterio de Guadalupe. Históricamente, la evolución demográfica fue siempre positiva: así, de 300 vecinos (1200 habitantes) en el siglo XVI se pasó a 400 a finales del siglo XVIII. A mediados del XIX habían subido a 600. De esta época nos quedaría como realización de interés arquitectónico la Ermita de la Virgen de la Caridad (obra originaria del XVII que presenta numerosas remodelaciones de época posterior), la antigua iglesia parroquial de Santa Catalina (derruida en parte, es una obra del XVIII) y la arquitectura popular tradicional representada en algunas edificaciones de una sola planta y puerta con vano de arco cobijado en otro.

Peculiar, sin duda, resulta el retrato que sobre la realidad de la localidad en 1561 realiza el Profesor Molinié-Bertrand sobre cuatro pueblos del partido de Trujillo (extraído de Historia de Extremadura ): en 1561 la población de Navalvillar de Pela era de 202 vecinos, de ellos ninguno era hidalgo; entre tanto, Madrigalejo contaba con 273 vecinos y 5 hidalgos mientras Herguijuela tenía 229 vecinos y 26 hidalgos. En cuanto a cómo era la vida en esta época, diremos que en los pueblos con términos menos amplios la capa alta de la sociedad la ocupaba la figura del ganadero-labrador medio, acomodado, granjeros con buena labor o villanos ricos. Al servicio de los ganaderos acaudalados o acomodados, así como de los concejos, estaba una serie de gente modesta: al frente de la cabaña estaba generalmente el mayoral y con él colaboraban en las tareas ganaderas los pastores en sus tres categorías de zagales, gañanes y rabadanes, así como cabreros, vaqueros, porqueros e incluso podadores y vareadores. Junto a esta actividad ganadera, ya se apunta la tradición agrícola. En 1561 había en nuestro pueblo 93 labradores (46% de la población), 18 jornaleros (9%); significativo en relación con el reparto de la propiedad es el escaso número de jornaleros. Por esas mismas fechas, en Madrigalejo había 84 labradores (31%) y 37 jornaleros (14%). La capa más baja de la sociedad del pueblo la formaban los jornaleros, incluidos trabajadores, mozos a soldada, braceros; la mayoría de ellos, pobres que trataban de aliviar su pobreza bien ejerciendo un oficio artesano, bien ayudándose de alguna bestia para venta, transporte o acarreo, bien manteniendo alguna cabra o cerdo para autoabastecerse ellos y sus familias de leche y matanza. En cuanto a otros oficios, nos encontramos con 1 albañil, 1 zapatero, 1 herrero, 1 sastre, 1 jabonero, 1 taponero, 1 arriero, 1 mesonero, 2 taberneros; en total, el sector servicios ocupa al 5,44 % de la población.

En el siglo XIII, Fernando III de Castilla y León conquista Trujillo, con protagonismo del Obispo y Concejo de Plasencia y Órdenes Militares. Por ello, ya la División Eclesiástica del siglo XIV nos incluye en el Obispado de Plasencia. En cuanto a la División Jurisdiccional, sobre nuestra zona no habrá un expreso dominio nobiliario dado que Trujillo estará entre los tres o cuatro grandes concejos de realengo que constituyen islotes en el conjunto de las tierras dependientes de las órdenes.

En la Edad Antigua, el término municipal actual de nuestro pueblo pertenecería a los dominios de los Vettones, Pueblo Ibérico prerromano cuyo territorio abarcaba desde el Guadiana al Duero. Los Vettones eran vecinos de los Lusitanos, a los que apoyaron cuando se sublevaron contra Roma: entre otras cosas nos han legado representaciones en bronce de exvotos animales y otras representaciones humanas a caballo (Malpartida, Aliseda y Torrejoncillo). A ellos puede pertenecer también la escultura de la Ermita de la Virgen de la Caridad, recientemente encontrada y datada en época ibérica por Antonio Aguilar Sáenz y Pascal Guichard.

El poblamiento de nuestras sierras desde tiempos prehistóricos está atestiguado por varios estudios históricos y en especial por la presencia de pinturas rupestres esquemáticas del abrigo del Hoyo de Pela. Siguiendo explicaciones aportadas por Aguilar y Guichard, señalamos que, desde el punto de vista arqueológico, el yacimiento de Cogolludo-Lacimurga proporciona toda una serie de aportaciones novedosas, con referencia a la evolución del poblamiento, desde los siglos VI-V a. C. con materiales orientalizantes e ibéricos: cerámica y armas ibéricas, monedas ibero-turdetanas… Por otro lado, en la necrópolis descubierta se ha hallado una arracada de oro que han datado en el siglo IV-III a. C. Otros restos estudiados alimentan la polémica acerca de si son prerromanos o de época romana; así hablamos de establecimientos de la II Edad de Hierro, a los que tradicionalmente se ha llamado castros como el situado en Villavieja.

A lo largo de todo el Bronce Final encontramos hallazgos, sobre todo en joyería. Tomando como base el trabajo de M. Almagro Gorbea, pueden señalarse las joyas espirales de Navalvillar de Pela, muy enraizadas en las modas del Bronce Pleno, a la vez que indican unas profundas relaciones con la zona irlandesa.

En el estudio El abrigo con pinturas esquemáticas del Hoyo Pela, de Balbi Behrman, Rodrigo y otros, leemos que en este abrigo puede observarse una evolución desde representaciones más naturalistas hasta esquemas casi absolutos con elementos intermedios.

En cuanto a su datación nos indican:

“No es fácil pensar que el arte que nos ocupa pueda remitirse a épocas neolíticas, ya que carecemos de pruebas fehacientes de la existencia de un Neolítico en la parte occidental de la Península Ibérica.

Admitiendo la hipótesis de una derivación estilística a partir de las últimas manifestaciones levantinas por un lado y de las nuevas corrientes culturales de tipo mediterráneo por otro, la zona que nos ocupa no podría haber llegado a recibir estos elementos pictóricos sino en época muy avanzada, seguramente el Bronce Antiguo, y en esta zona anteriores al Bronce Final”.

Seguramente la zona de la Sierra de Pela se encuentra habitada desde hace casi dos millones de años, cuando se produce una expansión acelerada de la especie humana por todos los continentes. Esta primera ocupación del territorio ,estaría ligada a una población poco numerosa reunida en torno a grupos de 20 a 25 personas unidas entre sí por vínculos familiares y obligadas, por su dedicación a la recolección, a la caza y a la pesca, a tener gran movilidad con desplazamientos continuos.

La sierra peleña sería un buen lugar para ellos, que buscaban espacios situados en las proximidades de los cursos de agua. En ella se han descubierto algunos útiles hechos en piedra, lascas y otros instrumentos cortantes o rasantes datados en el Paleolítico Medio.

Escrito realizado por Federico Parralejo Arroyo. Licenciado en Historia

Federico Parralejo Arroyo, profesor de Geografía e Historia